Dios creó el matrimonio para ser una unión permanente.
Si te adhieres rápidamente a la idea del matrimonio desechable, aceptada y practicada en la mayoría de las culturas, esta enseñanza de Jesús seguramente podría asustarte. Pero si lees bien, puedes darte cuenta claramente que Dios quería que los matrimonios permanecieran, y por ende las familias.
Terminar la unión matrimonial es como cortar por la mitad a un cuerpo... a una vida. El divorcio rompe la santidad de esta institución creada por Dios. El divorcio difama, destruye, y distorsiona el trabajo creativo de la unión realizada por Dios. La unión de por vida es el plan de Dios. El matrimonio es un perfecto y precioso tesoro de Dios.
El matrimonio es tan valioso que Dios nos ha dado instrucciones claras para protegernos de la destrucción causada por el divorcio. De hecho, dos de los Diez Mandamientos se dirigen al matrimonio. Dios nos dijo que no cometiéramos adulterio, y que no codiciáramos a la esposa de nuestro prójimo (o el esposo).
Guardar estos mandamientos es proteger la santidad y el compromiso del matrimonio, y evitar el abuso del matrimonio por el adulterio.
Tu podrías decir que eso es lo ideal, pero que la realidad es otra. Y que las personas no son perfectas. Es verdad, no somos perfectos.
Pero Dios no espera perfección. Él, sin embargo, espera obediencia. Tu eliges que hacer: La manera del mundo o la norma de Dios.
Jesucristo pide que edifiquemos el matrimonio, la familia, la vida sobre sus enseñanzas. Es decir, siguiendo las normas de Dios, la manera de Dios, y lo qué las Escrituras dicen del matrimonio, la familia, etc. Sólo así seremos prosperados en el matrimonio y en la familia.